Fragmentos 1
verano 2016
El arte no puede colmar el vacío sino habilitarlo como lugar de representaciones, como escena abierta al juego extraño de las figuras. Y no puede provocar cambio ni aplacar su anhelo a través de su satisfacción imaginaria, sino predisponerse para que la presión del deseo pueda desencadenar las fuerzas creadoras.
Ticio Escobar, El mito del arte y el mito del pueblo. Santiago de Chile: Metales Pesados, 2008, pp. 124.
Los sentidos son órganos a través de los cuales la criatura viviente participa directamente de los sucesos del mundo que lo rodea. No pueden contraponerse a la acción ni al intelecto porque la mente es el medio por el cual la participación se hace fructífera a través de la sensibilidad: la mente extrae y conserva los valores que impulsarán y servirán el trato de al criatura viviente con su entorno. Concebir la experiencia consciente como una relación percibida entre el hacer y el padecer, nos capacita para entender la conexión que el arte, como producción y percepción, y la apreciación como goce, sostienen recíprocamente.
John Dewey, El arte como experiencia, pp. 25 y 54
Hay mucho de extraño en la vida del salvaje, pero cuando el salvaje está más vivo, es más observador del mundo que lo rodea y su energía es más vivaz y astuta. Al observar lo que resulta incitante en su entorno, también él resulta incitado. Su observación es al mismo tiempo acción. Está en acción con todo su ser, tanto cuando mira y escucha, como cuando camina orgulloso o se retira furtivamente de su enemigo. Es, pues, mera ignorancia la que conduce a suponer que la conexión del arte y la percepción estética con la experiencia, significa un descenso de su significación y dignididad. La experiencia, en el grado en que es experiencia es vitalidad elevada.
John Dewey, El arte como experiencia, p. 21
Para percibir, un contemplador debe crear su propia experiencia. Y esta creación debe incluir relaciones comparables a las que sintió el creador.
John Dewey, El arte como experiencia, p. 62
Las condiciones que crean abismo entre el productor y el consumidor en la sociedad moderna operan para crear también una separación entre la experiencia ordinaria y la experiencia estética. Las obras de arte son el único medio de comunicación completa y sin estorbos entre personas que hay en un mundo lleno de abismos y muros que limitan la comunidad de la experiencia.
John Dewey, El arte como experiencia, p. 11
En efecto, una función permanente de las obras de arte consiste en alterar el modo en que concebimos la experiencia y, por lo tanto, en modificar nuestras actitudes respecto de qué es importante y qué nos parece bien.
H. Gardner, Arte, mente y cerebro. Una aproximación cognitiva a la creatividad, p. 100
Siendo el fin de las obras de arte expresar emociones ¿cómo se puede decir que no se comprende? Un hombre de pueblo lee un libro, ve una pintura, oye u drama o una sinfonía y no experimenta ninguna emoción. Se dice que es porque no puede comprender. Se le promete enseñarle algo, mira, y nada ve. Y entonces se le dice que es porque su vista no está preparada para tal espectáculo. Pero eso hombre sabe que ve muy bien y si no ve lo que le han prometido que vería, deduce que la culpa la tienen aquellos que, habiéndole asegurado que vería algo, nada le enseñan.
L. N. Tolstoi, ¿Qué es el arte? Barcelona: Maucci, s. f., p. 112.
Un juicio sobre la belleza en el cual se mezcla el más ligero interés, es parcial, y no es un juicio del gusto. No es necesario tener que inquietarse en lo más mínimo acerca de la existencia de la cosa, sino permanecer del todo indiferente […] Las flores, los dibujos trazados libremente, las líneas entrelazadas sin objeto, y los follajes, como se dice en arquitectura, todo esto corresponde a las cosas que nada significan, que no dependen de ningún concepto determinado, y que agradan sin embargo […] Cuando se juzgan los objetos solamente conforme a conceptos, toda representación de la belleza desaparece. Tampoco se puede dar una regla, según la cual cada uno haya de ser forzado a declarar una cosa bella […] el juicio del gusto, de poder ser universalmente dividido, no suponiendo concepto determinado, no puede ser ninguna otra cosa que el estado del espíritu en el libre ejercicio de la imaginación y del entendimiento.
I. Kant, Crítica del juicio. § II -§ IX , § XVI
La existencia del arte es la prueba concreta de que el hombre usa los materiales y las energías de la naturaleza con la intención de ensanchar su propia vida, y que lo hace de acuerdo con la estructura de su organismo, cerebro, órganos de los sentimientos y sistema muscular. El arte es la prueba de que el hombre es capaz de restaurar conscientemente en el plano de la significación la unión de los sentidos, necesidades, impulsos y acciones características de la criatura viviente.
John Dewey, El arte como experiencia, p. 29.
La obra de arte muestra y acentúa esta cualidad de ser un todo y de pertenecer a un todo más amplio y comprensivo, que es el universo en el cual vivimos. Nos introduce, por decirlo así, a un mundo que está más allá de este mundo, y que es, sin embargo, la realidad más profunda del mundo en que vivimos en nuestras experiencias ordinarias. Nos lleva más allá de nosotros mismos para encontrarnos a nosotros mismos.
John Dewey, El arte como experiencia, pp. 210 y 220.
Como creadores científicos o artísticos, nuestra tarea no equivale a resolver el rompecabezas que es la realidad sino a construir infinitas realidades.
H. Gardner, Arte, mente y cerebro. Una aproximación cognitiva a la creatividad, op. cit., p. 99
Vivir no es respirar, es obrar: es hacer uso de nuestros órganos, de nuestros sentidos, de nuestras facultades, de todas las partes nuestras que nos dan el sentimiento de nuestra existencia. El hombre que ha vivido más no es aquel que cuenta con más años, sino aquel que ha sentido más la vida […] Al nacer grita el niño; su primera infancia se pasa en llanto. Unas veces se le mueve para sosegarle; otras se le amenaza o se le pega para hacerle callar. O hacemos lo que le complace o le exigimos lo que nos conviene. Nada de término medio: es preciso que dé órdenes o que las reciba. De esta forma sus primeras ideas son las de imperio y servidumbre. Antes de saber hablar, manda; antes de poder obrar, obedece; y de cuando en cuando se le castiga antes de que pueda conocer sus faltas o aun de cometerlas.
J-J. Rousseau, Emilio. Madrid: Edaf, 1985, pp. 42 y 48
Las flores son las bellezas libres de la naturaleza; muchos pájaros (el papagayo, el colibrí, el ave del paraíso...), un gran número de animales del mar, son bellezas en sí, que no se refieren a un objeto, cuyo fin haya sido determinado por conceptos, sino a bellezas libres que agradan por sí mismas. Del mismo modo los dibujos a la griega, las pinturas de los cuadros o las tapicerías de papel, no significan nada por sí mismas; no representan nada, ningún objeto que se pueda reducir a un concepto determinado, y son bellezas libres. Se puede también reducir a esta especie de belleza lo que se llama en música fantasías (sin tema), y aun toda la música sin estudio. En la apreciación de una belleza libre el juicio del gusto es puro.
I. Kant, Crítica del juicio. § XVI
A fin de entender lo estético en sus formas últimas se debe empezar con su materia prima: con los acontecimientos y escenas que atraen la atención del ojo y el oído del hombre despertando su interés y propocionándole goce mientras mira y escucha. Los espectáculos que detienen a la muchedumbre; el coche de bomberos que pasa veloz; las máquinas que cavan enormes agujeros en la tierra; la mosca humana trepando la torre; el hombre encaramado en la cornisa arrojando y atrapando flechas encendidas...
John Dewey, El arte como experiencia, p. 5.
Las formas que vemos sólo viven por las transiciones que las unen unas a otras y gracias a las que nuestro espíritu puede regresar al manantial común, que no es ni nacimiento ni muerte, sino la vida permanente y confusa que florece a cada momento para marchitarse al punto y florecer de nuevo en inacabables metamorfosis. El artista cree haberse apoderado de esa ley, la acción toda del tiempo, la acción toda del mundo vienen a parar en la suya y por eso es preciso que nos reconozcamos en ella.
Elie Faure. Historia del Arte