Garabatos abyectos
Fragmentos en torno al Ecce Homo de Borja
[...] Planteamos esbozar a modo de tentativa un arte-fandiño, en primer lugar para referirnos a ese gesto de vida y libertad performado biopolíticamente y emitido públicamente, principalmente llevado a cabo por mujeres, como contra-respuesta a cierta violencia o normatividad (d). Se haga o no por disidencia de forma consciente, su carácter rutinario y constante resulta siempre anómalo para la sociedad a la que pertenece, la cual lo toma por chaladura, como un desvío que en verdad le devuelve a la ciudad sus violencias ignoradas, disimuladas o toleradas, así como sus posibilidades reprimidas, pese a que quienes llevan a cabo el gesto no suelen hacer declaraciones ni tomas de partido que expliciten su motivación, permitiendo que se le ‘entienda mal’. Su extrañeza es precisamente su potencia.
No obstante, no se trata de tomar la acción de las hermanas Fandiño Ricart -o cualquiera de los gestos de aquellas locas del pueblo- a la ligera como ‘arte’. En todo caso, podríamos hablar, retomando el término del historiador Ángel González (2003: 19), de “su orilla” en tanto en cuanto hay acción, expresión formal, ritmo, estilo, rutinas formales, aunque sus creadoras sean sujetos marginales perteneciente a esa “república de excéntricos”: dementes, enfermos, presidiarios, viejos y viejas (“cuyo único y fuerte vínculo no era en realidad otro que el de ser rematadamente pobres”) movidos por el impulso irrefrenable y el deseo o la necesidad de “dar forma” y de “hacer lo que les venga en gana”[i]. Todos hacen sin tener ni idea, pero hacen con una compulsividad expresiva, que es también de juego y de adorno. Una compulsividad manierista[ii], retorcida (Repollés, 2009), pero también moderna en cuanto se manifiesta por su carga monstruosa, bromista y a la vez absolutamente seria.
El estilo-fandiño no pasa de moda, es imborrable. Lo importante de este estilo es evitar en todo momento introducirlas en el redil del outsider art o el art brut, pues más allá del estudio formal de su enfermiza expresividad extra- o anti-académica, lo que importa aquí es cómo es transmitida y convertida en una situación estética que afecta a la comunidad y su realidad cotidiana, abriendo de un tajo una inesperada conversación pública sobre los cuerpos dóciles e indóciles y las violencias operantes. El “arte-fandiño” concierne a la memoria social y a los dispositivos culturales y artísticos, institucionales y marginales, que impregnan el paisaje de la comunidad, componiendo un archivo silencioso participado de un modo u otro por todo el mundo –mujeres, hombres, niños, tunos, turistas, peregrinos, manifestantes, feriantes, políticos, poetas, intelectuales– luego debe ser leído de manera global.
Dos o tres de esas ‘imágenes malas’, mostrando esos ‘personajes’ pintarrajeados y estrafalariamente vestidos, bastan para percibir que tras sus rostros se ocultaba algún tipo de violencia sufrida, de martirio a pesar de ello contestado, y por lo tanto de esa santidad –política, si se quiere– que caracteriza en determinadas condiciones a la víctima. Es un efecto parecido al que nos produce también la excepcional y exitosa restauración de esa otra señora de pueblo, Cecilia de Borja, cuyos trazos blandos y redondos, empastados de calidez y color, aliviaron y sanaron como una cataplasma las heridas de un Ecce Homo que sufría de forma extrema. Como afirma Gombrich, la devoción siempre se organiza en torno a imágenes malas y “siempre venerará a Cristo, María o cualquier santo en el garabato más abyecto” (2003: 150). Puede que las dos musulmanas engalanadas, se aplicaran colorete con la misma ‘abyección’ con la que Cecilia aplica pintura sobre el rostro llagado del Cristo, con la única intención quizá de sanar un poco su dolor. ‘Para el dolor, color’. Todo el mundo conoce esta medicina. Por descontado, no hay nada más abyecto y encantador que el trazo infantil. Éste domina en Borja y en casi todo lo que tiene que ver con la memoria de las Fandiño como de un vistazo general puede comprobarse.
Es evidente que la cuestión de género resulta crucial cuando hablamos del arte-fandiño. Si bien casos como el del aragonés Julio Basanta –que tras el asesinato de dos hijos a manos de la policía emprendió una reforma ‘margivagante’ excepcional en su casa de Épila rebautizada hoy como Casa de Dios[iii]– que nos informan de reacciones masculinas similares, arraigadas en episodios de violencia estructural parecidos, su propiedad genérica permite constelar de un modo mayor la conflictividad que introduce, por ejemplo al imaginar algún tipo de sisterhood entre estas mujeres y las meonas antibeatas, cofradías del “Coño Insumiso” y otras brujas que salen a la calle a airear la violencia institucional y social, pese a la vulnerabilidad del lugar de enunciación y la posibilidad de ser reprimidas. La acción sancionada como indecorosa, inmoral y descocada, el carácter ritual, procesional y performativo, las declaraciones confusas, los rosarios y plegarias paródicos (propuestos desde colectivos feministas y de “beatos del placer anal”) que en distintas ocasiones han tomado las calles, podrían verse también desde una perspectiva ‘fandiñesca’ y, a la vez, señalar la existencia de una cultura juvenil y feminista capaz de recibir, aunque sea de manera inconsciente, ese hilo subversivo, ensayado todavía en la esfera de la militancia (y ya no en el de la enajenación). Se trata de una genealogía de Locas del pueblo, rozadas y amistadas fugazmente por el underground de todas las épocas: pensamos así en La Ocaña, pueblerina y beata infantil, autoexhibiéndose con descaro en Las Ramblas o en la Calle Sierpes y respondiendo con guasa, tal y como hacían Coralia y Maruxa a los insultos de los transeúntes.
"Primeros apuntes para un “arte-fandiño”. Sobre memoria colectiva, arte popular y subalternidad en el estado español", Rafael Sánchez-Mateos Paniagua, 2016
------------------------------
[i] De los célebres estudios de Prinzhorn en la Clínica Psiquiátrica de la Universidad de Heildelberg en torno a la “Psicopatología de la creación”, González subraya que: “su objeto de estudio no era tanto la locura, como esa misteriosa y casi intraducible Gestaltung, que yo sin embargo me atrevería a traducir, creo a gusto de Prinzhorn como ‘una tendencia irrefenable a dar forma; o incluso como una necesidad compulsiva de expresarse’. No se trata de un libro sobre ‘las expresiones de la locura’ ni siquiera un libro sobre las ‘expresiones artísticas de los locos’. Es –lo repito- un libro sobre la Gestaltung y en cierto sentido la segunda parte, o parte práctica, de su Tesis Doctoral de 1908 sobre los conceptos fundamentales de Gottfried Semper, un teórico del arte que había reivindicado sus cualidades técnico-materiales frente a quienes destacaban sus aspectos intelectuales o mentales; osea, que había puesto el hacer por encima del imaginar, como corresponde a esa necesidad de encontrarle una figura a la materia, sobre todo en la acepción muy semperiana de tendencia a ordenar que se manifiesta soberanamente en el ornamento. ¿Y cómo no, si buena parte de lo que hacen los locos es de naturaleza ornamental, y es incluso decoración en el sentido que ahora vulgarmente tiene: decoración de sus celdas como también hacen los presidiarios? Si es que les dejan, claro está, porque al fin y al cabo el problema es que te dejen hacer; y en el mejor de los casos hacer lo que te de la gana” GONZÁLEZ GARCÍA, 2007: 21.
[ii] “El manierismo es el arte de perder el tornillo. Incluso las definiciones vulgares del demente como un revirado, chiflado o atravesado son lúcidamente compatibles con las del amanerado (Geschraubt), pues corresponden a la exaltación y excentricidad evidente en la iconografía manierista”. REPOLLÉS, 2009: 6.
[iii] Como cuenta él de primera mano, en un vídeo: uno murió en un atraco, por las malas compañías y el otro por escribir en una pared “Trabajo sí, policía no”. YouTube “la casa de dios julio basanta”, 17.04.2017. URL: https://www.youtube.com/watch?v=goJvJjQXQBU (Consultado el 10.10.2017) Sobre la “escultectura margivagante” ver RAMÍREZ. J. A. (2006)
Del Ecce Homo de Elías Martínez al de Cecilia Giménez Zueco
[...]
Silvia Federici habría plasmado, explicado y documentado lo que alguna de nuestras madres presiente con ignorancia –o disfruta con despreocupación– por un simple canturreo. Salvando las diferencias de clase, que son importantes, las Vainica se recosen con un pueblo de mujeres, de tías y abuelas borrachas de anís cuyo espíritu mueve igual las manivelas de los pasapurés, el vuelo de las escobas o los pinceles que retocan ecce homos, curándolos de sus heridas y aliviándolas mediante una técnica de trazo preciso. Un bodegón obra de la misma mano que el Cristo de Borja –¿Clara Peeters? ¿Josefa de Óbidos? ¿Josefa Tolrá? – se ebozaba a lapicero mientras comenzaba la sintonía de Con las manos en la masa, que en verdad era un conjuro gastrosófico pronunciado y preparado por mil madres a la vez en sus cocinas familiares antes del telediario.
"Nuestra herencia en encanto y dulzura" Rafael Sánchez Mateos-Paniagua, 2016
Josefa Tolrá, médium y artista
El planeta más pequeño, pero muy habitable.
La gran teósofa
Coralia y Maruxa Fandiño Ricart
Escultura de César Lombera
Mural de La Ocaña en el colegio La Esperanza, en Cantillana.
Febrero 1980.
Coronación de espinas o Ecce Homo
Fragmento de colgadura al deshilado
Escuela de Lagartera, Toledo
Casa de Dios.
Épila